jueves, marzo 17, 2005

Cómo le lava la cabeza la iglesia a los jóvenes religiosos

Tengo varios amigos religiosos católicos, de derechas y de izquierdas, de historias de vida muy muy diferentes. Más todos se parecen en algo: hayan estado en una congregación conservadora o menos conservadora, todos han desarrollado procesos de despersonalización en mayor o menor grado, parecidos a los que tienen personas que han entrado en sectas, que también conozco algunos. Uno lo puede ver bien cuando hablan de su congregación, y en lugar de decir, la congregación tal decidió esto o va a hacer aquello sólo dicen algo estremecedor: "nosotros". Y lo que es de la congregación o que la hace, es como si lo tuviera ellos o lo hicieran ellos. Tristeza, pena, por no decir más es lo que se siente al ver a jóvenes brillantes reducidos a meros repetidores de consignas, a robots de alguna manera. Usar el cilicio en la piel y bañarse con agua fría, estar ocupados todo el día y toda la semana para no "distraerse"... las estretegias son diferentes más el fin es el mismo: no dejar que el "yo" se distraiga con "afectos desordenados" , que no son precisamente los ordenados por quien se cree que tiene poder. La premisa del establishment es la desconfianza, y meterla en el mismo tuetano de los jóvenes religiosos, hasta hacer que unos espíen y acusen a otros si no obedecen. Otra cosa que me llama la atención: tienen pocos amigos reales dentro de su grupo religioso, si es que tienen; y si sienten cierta libertad, mejor buscan amistades fuera. La confianza hacia dentro es escasa, más la sed de contacto humano nunca se va. Y ésto ocurren entre los institutos más conservadores y los menos por igual.

De ésto y más habla en un muy hermoso artículo de Jairo del Agua
. Unos fragmentos:

"Cuentan que a los novicios de hace años se les mandaba plantar las lechugas boca abajo para probar su obediencia. Hoy esta anécdota histórica nos hace sonreír. Sin embargo en la formación religiosa todavía se insiste en consejos estereotipados que se oponen al sentido común.

¿Cómo puede uno olvidarse de sí mismo, machacar el yo, anularse, desaparecer? ¿Quién es, entonces, el sujeto de la santificación propuesta? ¿Cómo podemos concebir un “dios” que sólo crece a costa de nuestra ruina y sufrimiento? Comprendo que el lenguaje de algunos santos recoja la influencia de su época y los errores bien intencionados de su ambiente. Sin duda la “sabiduría interior” superó con creces la negatividad circundante. Es menos comprensible la rígida inercia que nos hace repetir consignas y conceptos, contrarios a la realidad de la vida y a los signos de los tiempos. Si queremos llegar a nuestros coetáneos, tenemos que hablar en positivo. Tenemos, por ejemplo, que ayudar a descubrir el yo, a construir la personalidad, a vitalizar más que a mortificar, a elevar la autoestima, a fortalecer la voluntad, a usar la libertad, a cuidar el cuerpo... Es decir, a vivir en orden y valorar la vida."

"Seguimos pensando que al Creador le salió una chapuza... Sin embargo, insistimos en tener al ser humano bajo sospecha. No caemos en que, al borrar al hombre, borramos la “imagen real” de Dios y levantamos entelequias.... Esa certeza me empuja a repetir que necesitamos menos Teología y más Humanología..."

"No podemos seguir pensando que Dios es un alfarero fracasado al que se le quemó su primer cacharro... Nos creó ricos, felices, equilibrados, sabios, perfectos. Nos dio todos los medios para seguir siéndolo. Pero nos creó a su imagen y por tanto libres. Como Padre amantísimo nos hizo partícipes de sus dones, incluso de su libertad. Esa es nuestra grandeza y también nuestro riesgo: podemos hacer lo que queramos, incluso despeñarnos. Podemos elegir ser hijos pobres de un padre millonario. Lo cuenta con detalle la parábola del hijo pródigo. Nunca, nunca, reprobó el Creador a su criatura, ni la olvidó, ni la abandonó, ni la castigó. Somos nosotros los que nos construimos o nos demolemos y castigamos con nuestras opciones. Y, como vivimos en grupo, nuestras decisiones también afectan a los otros.

Lo que conduce a la plenitud es la opción por ser uno mismo, por desarrollar todas nuestras potencialidades, por encontrar y desplegar la misión concreta para la que estamos hechos. Ser uno mismo es llegar a ser lo que descubrimos que somos en lo más profundo de nuestra persona. Esto no tiene nada de egoísta o idolátrico. Del ser, instancia profunda de la persona, brota precisamente la apertura a los otros y el don de uno mismo... "

"Si queremos ser coherentes, hay que desterrar de nuestra Iglesia el lenguaje trasnochado, clerical y absurdo, que patentiza la desconfianza en la obra de Dios. No podemos seguir repitiendo benevolentes consignas raídas por la rutina. Ni abusar de grandilocuencias, florilegios, abstracciones y principios de autoridad. Nos engañamos al evadirnos de la realidad y evocar un “dios” teóricamente bueno pero inaccesible, abstracto, exigente, mortificante, ausente y silente..."

"Deberíamos volver menos la cabeza para atrevernos a mirar dentro y al frente. Atrevernos a soñar con una Iglesia -pueblo caminante- en la que prioricemos la construcción y reparación del hombre concreto, real y actual. En la que comencemos recuperando la fe en el hombre, hechura de Dios... "

PD. Ejemplos de manipulación mental entre los Legionarios de Cristo y el Opus Dei abundan. Otra forma en que el internet se ha convertido en instrumento de justicia.

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