viernes, junio 03, 2005

¿Porqué ser católico hoy?

Eso se trata de responder en su último libro (Why I am a Catholic) de Garry Wills, escritor irlandés, y al que entrevista Letras Libres (acceso gratis a los artículos con registro previo) en su número de junio dedicado a la Iglesia Católica en el siglo XXI. Varios fragmentos:

"... el papado ataca la Iglesia en que yo vivo. Y, como la ataca, le impide florecer, en el sentido de que nos niega tener mujeres ministros, o de que está haciendo que ciertos sacerdotes admirables cuelguen los hábitos porque no pueden casarse; está volviendo deshonestos a los sacerdotes porque tienen que repetir como loros la línea del Vaticano sobre temas en los que ya no creen tanto, y está provocando que las escuelas católicas tengan miedo de sus obispos, porque los obispos temen al Papa. Así que creo que, en bien de su salud, es necesario que la Iglesia se separe del papado...."

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Por ejemplo, el Concilio dijo que la vitalidad cristiana debería venir desde abajo, así como desde arriba, y que debía haber vida colegiada entre los obispos, y que deberían consultar al laicado, y que las conferencias episcopales nacionales debían atender las necesidades de cada país en particular. Bueno, lo que ocurrió fue que esas conferencias nacionales comenzaron a hacer cosas como leer el Catecismo Holandés. Esto molestó tanto a Roma que, en 1998, un documento que en cierta forma es el documento clave de este papado, titulado Apostolos suos, establece que ninguna conferencia nacional de obispos tiene autoridad para legislar salvo en dos casos: por unanimidad o con la aprobación de Roma. En pocas palabras, carecen por completo de poder. Un solo obispo puede vetar al todo. Eso no sólo se opone al Concilio Vaticano sino a toda la historia cristiana y católica. Lo que pasó es que los obispos conservadores se quejaron ante Roma de que iban a esas conferencias y la mayoría los abrumaba, así que Roma aceptó resolver este problema y lo resolvió. Es revelador: el Papa no confía en sus propios obispos. No confía en ellos, no los deja moverse a menos de que sea en condiciones imposibles..."

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Las personas suelen preguntar que si uno es un católico que no está de acuerdo con el Papa pero acepta el Credo, por qué no se convierte al luteranismo, el episcopalismo o la ortodoxia oriental. Bueno: pertenezco a la Iglesia Católica, crecí en ella, creo que es el cuerpo místico de Cristo. También creo que todo cristiano bautizado forma parte del cuerpo de Cristo, porque lo establece así el Concilio Vaticano II. Y que yo dejara la Iglesia sería un pecado contra la fe, no porque dijera que el Papa está equivocado y por eso tenga que salirme de la Iglesia, lo que supondría que el Papa es la Iglesia. No me parece que sea así, nunca lo he visto así y sería un pecado contra la caridad, porque estaría dejando a las personas que me formaron, que están de acuerdo conmigo. Casi todos los demás católicos están de acuerdo conmigo, las estadísticas son abrumadoras, y muchas personas que están de acuerdo conmigo no pueden decirlo, sobre todo sacerdotes y algunos obispos. ¿Por qué tendría que abandonarlos? También sería un pecado contra la esperanza, porque espero que todas las iglesias lleguen a unirse...."

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es muy profunda. No es una crisis de sexo, en el sentido de las relaciones sexuales, sino de género. La Iglesia fue, comprensiblemente, una sociedad patriarcal masculina durante muchos siglos, al grado de que hago enojar a los católicos conservadores al decir que Dios es tanto del sexo femenino como del masculino. En otras palabras, no es una cosa ni la otra: Dios no tiene género, Dios trasciende el género. Eso significa que no se puede excluir a las mujeres ni a los hombres. Es cierto que Jesús se manifestó como persona masculina, como varón, eso no pretendo modificarlo. Por otra parte, pensar en el Espíritu Santo como masculino es un error total. Decir que Dios es masculino es una mera designación, una analogía, que nos aproxima a la verdad, pero eso no es Dios: Dios no es un "él". Hay que hablar de lo más próximo a Dios que conocemos, es decir de nosotros mismos, los seres humanos. Ahora bien, la historia de la Iglesia es tal que ha sido en extremo importante tener un patriarcado masculino y un sacerdocio masculino. Y lo que realmente me parece que se ha sacudido con esto es el movimiento de emancipación de las mujeres, que es el acontecimiento más importante de nuestra época, porque, si se cambia la situación de la mujer, se cambia la sociedad en su nexo mismo, la relación del marido y la mujer, de la hija con los padres, de la hija con sus hermanos, de la madre con sus hijos. No se puede realizar otro cambio más fundamental que ése, y el alcance y la velocidad de ese cambio realmente son extraordinarios. El protestantismo se dio cuenta de que éste era el déficit del cambio social, y siguió adelante mientras la Iglesia Católica se oponía. La Iglesia se suicida si no se da cuenta de esto..."

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Debido al control absoluto de los varones sobre el clero, hubo una especie de estupidez sexual inducida en la Iglesia. Se llevaba a los niños a la iglesia cuando eran muy pequeños, entraban a los seminarios desde niños. Había mucha ignorancia, negación y rechazo a afrontar las cuestiones sexuales, y cuando había transgresiones sexuales, se encubrían. Eso no es una novedad, es muy antiguo y en muchas culturas sencillamente se asumía. Y ya no se puede controlar ese tipo de situación en un mundo como el nuestro, en el que los medios de comunicación, que la Iglesia detesta, no te permiten ir a vivir una vida apartada en la que puedas encubrir tus transgresiones y tus defectos.
Y, por esa idea tonta de que la Iglesia nunca cambia, no hay capacidad de reconocer realmente lo equivocado de esa situación. Es el miedo "al mundo", como si el mundo no tuviera nada que enseñarle a la Iglesia. Después de todo, San Agustín pudo aprender del neoplatonismo, Santo Tomás pudo aprender de los aristotélicos árabes. No aprender del movimiento de las mujeres, por ejemplo, hoy en día, es como no aprender del movimiento de oposición a la esclavitud en el siglo XIX."


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