domingo, febrero 12, 2006

Sacerdotes gays: entre servir o callar a Dios

Tengo amistades de todo tipo: conservadores y liberales, hippies y fresas, ateos y religiosos, marxistas y capitalistas, hombres y mujeres... pero los más inusuales son los que viven dentro de la iglesia católica (como parte de la burocracia) y son gays. Son hombres jóvenes, inteligentes, estudiosos, pero dicen que no son deshonestos al obedecer a la iglesia y ser gays. Que no se es incongruente haciendo actos incongruentes en resumen. Y la verdad eso me cuesta mucho poderlo entender. Esa psicología casuistica siempre me ha costado comprender. "Todo depende del caso", me dicen. Pero todos hicieron votos de castidad, y no los cumplen; hicieron votos de obediencia y no los cumplen (no sé desde cuando es obedecer a Jesús discriminar a mujeres y gays), y aunque hicieron votos de pobreza y viven sin muchas posesiones, sin embargo usan muchas posesiones que no pagan: desde viajes internacionales a maestrías. Son hombres interesantes no cabe duda, con gran plática, pero de ahí a ser congruentes entre acto y pensamiento, creo es otra historia...

José Montero, sacerdote español que fue despedido por salir del clóset comenta al respecto, y me ayudado a entender este fenómeno:

"Ser gay en la iglesia católica. Ser sacerdote gay en ella. Ciertamente, dar un paso adelante, carraspear para desprender la flema y limpiarse la garganta, pedir a Dios fuerzas y darle gracias por haberte creado gay es una decisión que toma uno mil veces. Y otras mil se echa uno atrás, unas cuantas por año. Y sucede que van pasando los días, los meses, los años; nos vamos haciendo mayores, más viejos..."

... y más comodinos. Y es que los privilegios de la membresía pueden ablandar la conciencia: si puedes hacer lo que quieras, y te pagan estudios en universidades caras, te pagan viajes, te pones a ser persona pública con cierto poder sobre otros, digo...¿para qué mover olas? ¿para qué ser honesto? Creo así es como razonan sus argumentos cuando el tiempo pasa y hace "cómoda" la vida... Otra razón es la presión que se ejerce desde arriba de la jerarquía para acallar el alma:

"... la jerarquía católica, corpúsculo de personas que en su día fueron sacerdotes, y en la actualidad son ejecutivos que harán todo lo posible por no ser molestados, a su vez, por sus más altos jefes. Ellos considerarán tu salida del armario como una molestia que es preciso silenciar, pues sabes que te quieren invisible. No te aman a ti, como tal, sino a tu invisibilidad, que no les provoca molestias. Y claro, como contrapartida tú podrás estar tranquilo sin que te molesten lo más mínimo. Si dices que eres homosexual, se encargarán de buscar barro con que enlodarte. Y se esforzarán por hacer ver que no te marginan por tu orientación sexual. No les creas cuando digan que te respetan: no es verdad, pues no se puede separar la persona de sus actos, como ellos pretenden hacer. Si quieres ser respetado en superficie, quédate con tu camuflaje gris-negro..."

Y lo peor es ésta regla no escrita: coje, pero no lo digas. Ten sexo, pero ocultalo. ¿Cuántos sacerdotes no tienen relaciones sexuales y luego se inclinan ante el imperio de Roma? Cojer se permite, mientras sea a escondidad, pero amar a otra persona, porfavor... Eso es para los laicos, es decir, para los de menos jerarquía, los que nos obedecen. No, nosotros ordenamos. Dice Montero:

"... Tus apetitos sexuales son otra razón para que ni se te ocurra salir al exterior. Acomódate en tu armario, que tus ojos se habitúen a su penumbra… y compra todos los condones que puedas: en ningún otro lugar como en esta iglesia católica podrás tan frecuente y fácilmente satisfacer tu lujuria, sin amor. Porque el amor no lo perdonan, les enloquece, les pone frenéticos. En cambio, una lujuria “decentita” y esporádica es normalmente tolerada, con un cierto maquillaje de “arrepentimiento”..."

La verdad que libera, la verdad de Jesús en este mundo de dobles morales y mensajes cruzados no tiene espacio, la verdad aquí estorba. Muchos por ello se refugian en el poder de su puesto, en más trabajo, en el alcohol, en relaciones que nunca profundizan por miedo a sí mismos... Pero como dicen un gran libro que estoy leyendo, El cuerpo nunca miente de Alice Miller:

"Es el cuerpo el que sabe con exactitud lo que nos falta, lo que necesitamos... El cuerpo es el guardián de nuestra verdad, porque lleva en su interior la experiencia de toda nuestra vida y vela porque vivamos con la verdad de nuestro organismo..."

...y de Dios, o como lo quieran llamar, a esa fuente al que está conectado. Estos hombres podrán callar su corazón, pero no pueden callar a su cuerpo, por una razón: no pueden callar a Dios. Y cuando Dios habla, el universo entero lo escucha. Termino citando de nuevo a Miller:

"Uno no puede hablarle al cuerpo de preceptos éticos [dogmas]. Sus funciones, como la respiración, la circulación, la digestión, reaccionan sólo a emociones vividas y no a preceptos morales. El cuerpo se ciñe a los hechos... Es posible que uno ignore los mensajes del cuerpo, o incluso que se ría de ellos, pero, en cualquier caso, merece la pena prestar atención; porque su lenguaje es la expresión auténtica de nuestro verdadero yo y la fuerza de nuestra vitalidad."

El website de Alice Miller.

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