domingo, julio 16, 2006

Una escasa voz serena

Sí, lo sé: este es un blog pendular. O hablamos mucho de la prepotencia de la iglesia católica, o hablamos de los derechos de gays y lesbianas, ahora hablamos mucho de política electoral. Y es que es necesario entender lo que sucede ahora en México, aunque a veces no podamos saturar un poco. Los análisis que necesitamos deben ser en lo posible lo más centrados y objetivos, cosa algo difícil en este ambiente, pero existen. Uno de ellos es el artículo de hoy de Homero Aridjis, reconocido poeta y ambientalista mexicano. Creo habla de forma serena y sensata sin caer en extremismos y por eso me llamó la atención. Lo copio entero del Reforma:


Homero Aridjis
Hijo desobediente vs. fanático de sí

Felipe Calderón, el autollamado "Hijo desobediente", como el Felipe del viejo corrido mexicano que se enfrenta a su padre un día domingo, de ahora en adelante bien podría llamarse Juan Colorado, como el desafiante personaje del folclore michoacano que monta el caballo El Huracán, una metáfora adecuada del México actual. Tan cierta es esta aseveración escrita por mí el día de las elecciones que algunos medios la difundieron textualmente.

Si después de los resultados dados por el Instituto Federal Electoral (IFE) el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife) confirma a Felipe Calderón como presidente electo de la República mexicana para el sexenio 2006-2012, será bajo su periodo presidencial que se conmemorarán dos grandes aniversarios de la historia de México: los 200 años del Grito de la Independencia y los 100 años de la Revolución Mexicana.

Todos aquellos que califican a Calderón de derechista por ser católico se olvidan de que México es un país donde 90 de los 104 millones son católicos y que en la Independencia del país dos curas jugaron un papel decisivo: Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón, este último moreliano como Calderón, cuando la ciudad se llamaba Valladolid. Sin embargo, por su confesión religiosa algunos de sus enemigos políticos han propagado que la separación de la Iglesia y el Estado está en peligro y que los sinarquistas gobernarán a México. Creo que de ninguna manera peligran el principio de laicidad y la libertad de cultos.

Hay analistas que quieren ver la crónica de un fracaso anunciado en un gobierno de Felipe Calderón al compararlo con el de Vicente Fox por la oposición sistemática de un Congreso paralizante que frena cualquier intento de reforma, y por la difícil cohabitación con un jefe de Gobierno de otro partido en la capital de la República. Se olvidan de una cosa: Calderón no es Fox y Marcelo Ebrard no es Andrés Manuel López Obrador.

Los partidarios de AMLO aducen que Calderón deberá conquistar a millones de mexicanos que serán una fuerza hostil. Pero lo mismo ocurriría si AMLO ganara las elecciones: millones de mexicanos que no votaron por él compondrían esa fuerza hostil. Si bien AMLO alcanzó máxima popularidad gracias a la torpe y absurda campaña de Fox por desaforarlo, tal vez piensa que puede repetir la estrategia de protestas que empleó en el desafuero para revertir su derrota en las urnas (según los resultados del IFE), y que apoderándose de los espacios públicos (explanada del Zócalo, Hemiciclo Benito Juárez, Monumento a la Revolución, puentes peatonales) podrá inducir los resultados del Trife. La realidad es que ahora se enfrentaría a quienes votaron por Calderón y por otros contendientes a la Presidencia de la República. Forzar los dictámenes electorales equivaldría a un asalto al poder.

El escenario de juego político también ha variado. Como en el futbol, cuando el equipo de AMLO jugaba contra el equipo desorganizado y sin capitán de Fox, y tiraba a gol contra una portería sin portero, ahora hay una diferencia: el equipo de Calderón no dejará que su contrincante meta fácilmente goles. Calderón, como el James Dean de Rebelde sin causa y el Elvis Presley de El rey criollo, hijos que presenciaron la humillación de su padre, no soportará sufrir el mismo castigo político que sufrió Fox a manos de López Obrador. Lo mejor sería que, para evitar un constante forcejeo político entre las dos fuerzas contrarias, se diera una cohabitación política entre Calderón y Ebrard que beneficie al país y a la ciudad.

Si bien la base social que estableció AMLO en la Ciudad de México se convirtió luego en la retórica de campaña de que sería un Presidente de los pobres, la cual prendió entre mucha gente (porque nos encontramos en un país urgido de justicia social y de reformas económicas que beneficien a una población explotada y engañada por gobiernos sucesivos y por la burguesía política del país), esa misma retórica atemorizó a la clase media, ya que temió que ella sería la que pagaría el costo de su clientelismo social. Después de todo, ¿alguna vez AMLO manifestó una intención de gravar las transacciones en la Bolsa Mexicana de Valores o de enfrentarse a los monopolios?

México, un país guadalupano y católico, con los millones de votos que otorgó a AMLO mostró que, además de ser un país laico y juarista, arrojó un voto de castigo contra el gobierno de Vicente Fox por no haber cumplido sus promesas de campaña de hacer cambios sustanciales en el país. El próximo Presidente tiene que tomar en cuenta estas características de la ciudadanía.

Hay personas que se preguntan qué quiere decir AMLO cuando dice que llegará "hasta donde quiera la gente". Pues, ¿quién es "la gente"? ¿El 15 por ciento de la población que votó por él? Y el otro 85 por ciento, ¿qué? ¿Amenaza abiertamente con una confrontación social? ¿Pretende hundir la nave de nuestra frágil democracia en el oleaje del reclamo electoral? ¿O se dirige a sus seguidores más extremistas que hablan de "sangre", "revolución" y de seguirlo "hasta la muerte"? Sean cuales sean sus pretensiones, su violencia verbal polariza a la sociedad mexicana y si la situación se sale de control puede desestabilizarnos.

Es imperioso que el próximo gobierno use sabiamente los ingresos del petróleo para atacar la pobreza y disminuir el desempleo que existe entre los jóvenes, evitando que el dinero caiga en el barril sin fondo de la corrupción. Otro tanto deberá hacerse con la Secretaría de Educación Pública, la cual cuesta al país un ojo de la cara y siempre entrega pésimos resultados. Me atrevo a decir que varios de los errores inocentes en los cómputos y las actas podrían atribuirse a deficiencias de nuestra educación.

Sin inmiscuirse en dirimir el conflicto electoral entre El hijo desobediente y El fanático de sí mismo que divide al país, Vicente Fox debe mostrar que no existe vacío de poder en México y que de aquí al 1o. de diciembre tiene aún autoridad para mantener la paz social.

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