jueves, septiembre 14, 2006

WSJ hace su balance de Vicente Fox

El Wall Street Journal hace la evaluación - basicamente económica - del sexenio de Fox. Lo pego integro:

Vicente Fox hace su balance: logros, derrotas y la esencia de la democracia
September 14, 2006 4:05 a.m.

Por John Lyons
The Wall Street Journal

CIUDAD DE MÉXICO — Vicente Fox, el presidente mexicano cuyo mandato de seis años comenzó como un símbolo de la transición a la democracia, dice estar confiado de que entregará el poder pacíficamente a su sucesor Felipe Calderón, a pesar de las quejas de la oposición por la disputada elección presidencial de julio.

De todos maneras, Fox reconoce en una entrevista con The Wall Street Journal que dejará el cargo sin haber concretado muchos de sus grandes planes.

El ex ejecutivo de Coca-Cola, que en 2000 puso fin a los 71 años en el poder del PRI, dijo que el furor político por las elecciones de julio, que el izquierdista Andrés Manuel López Obrador considera fraudulentas, se desvanecerá con el tiempo y que es parte normal de una democracia joven. A medida que este ex hacendado se aproxima a la entrega del poder el primero de diciembre, está seguro de que México va por buen camino.

"Haber cambiado de gobierno después de setenta años fue una gran hazaña del pueblo de México", dijo Fox en la entrevista. "Y entregar el gobierno de manera democrática es también una muestra de que México es una democracia sólida, que tiene sus críticos y que tiene personas que piensan diferente, esa es la esencia de la democracia".

Al igual que los países de Europa del Este que terminaron con los gobiernos unipartidistas en las últimas décadas, México está aprendiendo cuán complicado puede ser el camino hacia la democracia en las sociedades con un pasado autoritario. Aunque los tribunales mexicanos y los analistas internacionales dijeron que las elecciones de julio fueron transparentes, los partidarios del candidato perdedor, López Obrador, acusan a Fox de amañar los resultados y han salido a la calle para intentar revertirlos.

A pesar de las manifestaciones, que han comenzado a aplacarse en los últimos días, Fox consiguió un logro inusual para los estándares de las democracias jóvenes: ceder el poder a un candidato de su propio partido. En la opinión de Fox, ello se debe en parte a su verdadero legado: asegurar la estabilidad financiera y establecer el curso para alcanzar un crecimiento sostenible en un país plagado durante mucho tiempo por ciclos de auge y depresión.

"Usé el presupuesto para sentar las bases firmes para asegurar que, en el futuro cercano, los mexicanos salgan de la pobreza en la que están, tengan verdaderas oportunidades de desarrollo y que seamos un país exitoso", aseveró. "Vamos para allá y eso nadie lo puede negar".

Fox no logró cumplir algunas de sus promesas básicas, como tasas de crecimiento similares a las de China. Pero dejando eso de lado, el desempeño económico durante su gestión no deja de impresionar. La deuda externa descendió por primera vez, y en más de la mitad, a medida que el país ha pasado a depender más de los mercados de capital locales. Los préstamos a los consumidores y las hipotecas se reactivaron por primera vez desde el crash económico de 1994, impulsando un auge en las ventas de autos y viviendas nuevas. La inflación descendió por debajo de las tasas de EE.UU. por primera vez en 30 años y las reservas internacionales se duplicaron hasta alcanzar un récord de US$78.000 millones.

Cuando Felipe Calderón, el candidato del Partido de Acción Nacional, al que Fox también pertenece, ganó las elecciones fue, en muchas formas, un testamento al legado de Fox. Animados por tasas de interés más bajas y una moneda estable, millones de mexicanos pasaron de la pobreza a una creciente clase media baja. En una elección que se transformó en un referéndum sobre el camino económico de México, esos electores formaron un pilar fundamental en el triunfo del PAN. Pero la victoria dista mucho de ser un mandato. Calderón sólo obtuvo un 35% de los votos y debe gobernar un país dividido.

La mejor noticia para Fox es que regresará a su rancho en el estado de Guanajuato como uno de los presidentes más populares de México, con un índice de aprobación en torno al 70%. El porcentaje es alto en un país cuyos presidentes salientes usualmente se autoexilian por un tiempo.

Sus detractores dicen que el mayor fracaso de Fox fue ser incapaz de conseguir la aprobación de sus grandes planes para acelerar el crecimiento económico, como permitir más inversión privada en el sector energético y reestructurar los tribunales y el sistema tributario.

Fox atribuye las derrotas a la minoría de su partido en el Congreso y a su decisión de debilitar el otrora todopoderoso poder ejecutivo con la esperanza de cultivar una democracia institucional. "Después de 70 años de un mismo gobierno, [hay] muchas viejas culturas enraizadas difíciles de cambiar", dice.

Para Calderón, las lecciones de las derrotas de Fox pueden ser tan útiles como las de sus logros. Calderón debe tratar de resolver el acertijo que desconcertó a Fox: cómo enfrentar a un Congreso dividido.

Hay mucho en juego. Los legisladores leales a López Obrador forman el segundo bloque del Congreso y prometen obstruir las iniciativas de Calderón y hasta impedir su ceremonia de juramento.

La aprobación de reformas económicas también ha adquirido mayor urgencia. Bajo Fox, el crecimiento económico promedio de 2,3% no produjo los casi 1,25 millones de empleos necesarios para satisfacer la demanda de una creciente fuerza laboral. Esto provocó que millones de jóvenes mexicanos migraran ilegalmente a Estados Unidos.

Más inquietante para Calderón es el legado de grupos militantes de presión que florecieron durante la gestión de Fox. Por ejemplo, Fox desistió de su plan para construir un nuevo aeropuerto, la pieza central de sus proyectos de obras públicas, cuando dueños de terrenos, con machete en mano, bloquearon carreteras y se rehusaron a vender sus propiedades al gobierno.

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