martes, diciembre 05, 2006

Buenos augurios

Federico Reyes Heroles publica hoy en Reforma un muy oportuno texto:

Federico Reyes Heroles

Buenos augurios

"La madurez del espíritu comienza cuando dejamos de sentirnos encargados del mundo".
Nicolás Gómez Dávila


Fox llegó borracho de gloria. Calderón tupido de golpes. Fox inició la fiesta desde el primer minuto: sus hijos antes que la República. Calderón rindió la protesta, 62 palabras, ni una más ni una menos. Fox pisoteó la vida simbólica, desde la aparición del crucifijo hasta la torpe declaración de que él pondría la banda a Calderón. No entendió nada. Calderón tuvo que recordar al presidente de la Cámara que era él quien debía recibirla del ex Presidente. Fox anunció la refundación de la República. Calderón, que no habrá refundación y sí en cambio continuidad donde es debido. Fox llegó utilizando el pasado como arma de ataque. Calderón propuso mirar para enfrente. Fox exageró con tal de trepar en su popularidad de autopropuesto salvador de la patria. Calderón matizó con oficio. Fox ofendió desde el primer minuto. Calderón ofreció gobierno para todos y diálogo para quien lo quiera. Fox llegó entre aplausos por la puerta de enfrente, salió entre silbidos por la de atrás. Calderón llegó por la puerta trasera y sorprendió a todos. Si cumple saldrá por la de enfrente.

Nada hay que inventar, los contrastes están allí a flor de piel. Gran estatura y gran frivolidad. Mediana estatura y gran seriedad. Cinturón, botas, guasas, ofensas, palabrotas, todo como expresión de una enorme inseguridad que busca disfrazarse de algún vacuo estilo. En Calderón no hay distracción exterior: es un mortal de a pie, vestido de mortal de a pie. Pero si en el exterior brincan las diferencias, las de fondo son aún mayores. Fox ejerció un profundo desprecio por la palabra política, por el saber, por la cultura. Calderón comenzó rescatando a la palabra como instrumento de concordia y no de rencor. Calderón es estudioso y sabe qué quiere. Fox sólo sabía lo que no quería: al PRI, a López Obrador. Fox llegó embelesado con su gran atractivo personal. Calderón de entrada responsabilizó a los tres poderes y a los tres órdenes de gobierno. Fox huyó sistemáticamente de las confrontaciones ineludibles por el propio ejercicio de la autoridad, inexorables en un estadista: confrontaciones con la violencia como chantaje, con los grandes poderes monopólicos, con el corporativismo degradado. Calderón comenzó cumpliendo con la cita de violencia anunciada.

Fox despreció a las instituciones porque venían de la herencia priista, a todas, parejo. Calderón comenzó con un reconocimiento a las Fuerzas Armadas y en general a las instituciones. Si se necesitan ajustes, adelante. Pero nada de condenar parejo y por capricho. Fox con imprudencia majadera revivió un asunto que divide a los mexicanos y que estaba en paz: la religión en la vida pública. De entrada la Basílica televisada, el crucifijo y las menciones de Dios que conducirían al beso en el anillo y los tres tronos incluido el de su esposa durante la visita papal. Calderón no tuvo el menor empacho en hablar de las madres solteras e invocar a Juárez.

Fox recibió de Zedillo un país en orden y con un amplio margen de maniobra. Fox hereda un país dividido con enorme déficit de legalidad, seguridad, y con un desgobierno galopante. Oaxaca como referente obligado. Pensiones, energéticos, Pidiregas equivalentes al 6 por ciento del PIB, ahorro interno a la baja y caída en términos proporcionales de la inversión extrajera directa, muchos pendientes. Productividad en picada como foco rojo permanente. Por si fuera poco hereda enemistades con casi todo el continente: de Estados Unidos a la Patagonia. Es curioso, han sido esas instituciones que tanto denostó Fox las que sostuvieron la República a pesar de Fox. Allí estuvo el IFE para encauzar la elección más difícil del México contemporáneo, atizada por el intento de desafuero. El Tribunal Electoral para encauzar legalmente la inconformidad surgida en buena parte por la imprudente participación de la Presidencia en el proceso. Allí estuvo el Heroico Colegio Militar para recibir la Banda en la extraña ceremonia-fusible del jueves por la noche. Allí estuvo el Estado Mayor Presidencial para administrar la maniobra de toma de posesión; allí estuvieron los relevos en la Secretaría de la Defensa y Marina cuya lealtad institucional nadie pone en duda. Allí estuvo la PFP para resguardar los recintos de las ceremonias. Las instituciones dieron a Fox el trato que se merecía. A la inversa no ocurrió lo mismo.

Pero quizá la mayor diferencia radique en la actitud hacia la política. Fox menospreciaba e incluso despreciaba el trabajo político. De allí su incapacidad para tender puentes y construir acuerdos. Calderón, en cambio, está formado en esas lides: la discusión en el Legislativo, la convivencia con los adversarios. Las diferencias no le resultan afrenta, así lo dijo y es creíble. Calderón no llega con ánimo de vendetta en contra de un pasado del cual nadie o todos somos responsables. Llega a hacer política y no campaña. Sabe que sus logros dependerán de su habilidad para navegar en aguas encontradas. Sabe que debe atender a la ciudadanía, de ahí los señalamientos a la desigualdad e injusticia social. Sabe que para satisfacer esas inquietudes debe actuar, sean las decisiones producto del diálogo, de consensos o no. Por lo expresado en su mensaje está muy consciente de que la política o los políticos no deben convertirse en obstáculos para mover al país.

Hace seis años todo era fiesta y sin embargo hubimos algunos pesimistas que afirmamos que las primeras señales eran pésimas. Hoy los nubarrones dominan y sin embargo soy optimista. Las primeras señales hablan de consistencia y oficio. Ojalá y así se conserve. Al parecer la adversidad le sienta bien a Calderón. Qué bueno porque habrá mucha.

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