jueves, septiembre 20, 2007

Porqué Juan Pablo II no debe ser santo

Juan Pablo II fue un Papa maestro de las formas: viajó como nadie, salió en todas las pantallas... pero no en el contenido. En lugar de acerca la iglesia católica a los fieles, la alejó; en lugar de luchar por la justicia, fortaleció los abusos, hasta de sus mismos sacerdotes; en lugar de escuchar las demandas de apertura, las censuró. En su pontificado, el "Papa mexicano" logró que la iglesia perdiera el 10% de sus fieles mexicanos. Ahora un historiador revisa con análisis científico su reinado, y cuenta la otra historia, que no cuenta por ejemplo Valentina Alazraki en su libro sobre Karol Wojtyla, y que no se cuente no quiere decir que no exista. Copio de El País:

El historiador Yallop desvela la cara menos grata de Juan Pablo II

JUAN G. BEDOYA - Madrid

EL PAÍS - Sociedad - 20-09-2007

"Santo subito" (santo ya), reclamaron decenas de miles de cristianos en el Vaticano nada más enterarse de la muerte de Juan Pablo II, en abril de 2005. El entonces cardenal Joseph Ratzinger, su amigo y sucesor con el nombre de Benedicto XVI, tomó nota. Su propósito es que el pontífice más carismático de todos los tiempos -también uno de los más polémicos-, suba a los altares del catolicismo con mayor celeridad aún que la religiosa Teresa de Calcuta. Juan Pablo II la beatificó en octubre de 2003, seis años después de morir en India, en septiembre de 1997. Esas son las intenciones del Vaticano. Pero pueden surgir contratiempos, como ocurrió con las causas de canonización de los papas Pío IX (sólo beato pese a llevar muerto más de un siglo), y Pío XII. El proceso de beatificación de este pontífice, que reinó en Roma entre 1937 a 1958, encalló tras rastrear solventes historiadores sus posiciones y contactos con el criminal régimen de Hitler en la Alemania de los años 30/40 del siglo pasado.

El investigador David Yallop (Londres, 1937) puede causar el mismo efecto sobre el proceso de santificación de Juan Pablo II. Yallop acaba de publicar El poder y la gloria. La historia oculta del papado de Juan Pablo II, editada en España por Planeta/Temas de Hoy.El historiador británico se aparta de la historia oficial para ir desmontando o matizando, en 728 páginas y con gran exhibición de testimonios y documentos, mitos sobre los que se sostiene la talla moral de Karol Wojtyla.

"Un pontificado tan grandioso en sus propósitos como torcido en sus resultados", sostuvo ayer el investigador británico en una reunión con periodistas, en la sede de Planeta en Madrid.La incapacidad para acabar con la corrupción en el Vaticano; su actitud encubridora de abusos sexuales a menores por eclesiásticos en varios países (en EE UU y Austria, sobre todo, pero también en España); la empecinada protección que dispensó al fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, finalmente castigado a marcharse de Roma por Benedicto XVI a cambio de olvidar procesos por pederastia contra él y varios de sus sacerdotes; las relaciones con siniestros dictadores como el chileno Pinochet, o la inmisericorde execración de teólogos de la liberación a los que acusaba de hacer política en Latinoamérica (él, el más político de los papas), son aspectos que empañan esa biografía, argumenta Yallop. En nombre de Dios (sobre la muerte violenta, según él, del papa Juan Pablo I), Yallop también desmonta mitos que dibujan a un papa protector de judíos en la Polonia dominada por nazis, o como azote del régimen comunista, que, sin embargo, le facilitó la promoción al arzobispado de Cracovia.

El libro es un frío relato en la estela del precepto bíblico "Y conocerás la verdad". Yallop pide, en consecuencia, una rigurosa investigación, y añora la figura del abogado del diablo, que Juan Pablo II abolió en 1983. La función del llamado abogado del diablo, vigente desde 1587, era exigir pruebas de las virtudes e, incluso, descubrir errores o pecados del futuro santo. Su trabajo hacía interminables los procesos, y a veces los tumbaba. La extinción de esa tarea fiscal permitió al papa polaco realizar en apenas 26 años unas 1.800 beatificaciones o canonizaciones, tantas como todos sus predecesores juntos. Un ejemplo de esa celeridad se produjo con el español san Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei. Juan Pablo II, protegido suyo, lo elevó a los altares en menos de 27 años, en octubre de 2002. Había muerto en 1975. No fue así con san Ignacio de Loyola, fundador de la antaño poderosa Compañía de Jesús (jesuitas). Su proceso se prolongó 56 años (entre 1556, que muere en Roma, hasta 1622).


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